domingo, 17 de febrero de 2013

Travesías invernales Benasque-Andorra


Este invierno he dedicado al esquí de travesía las dos escapadas que he realizado a los Pirineos.
La primera ha sido a Benasque. No sé por qué ese valle tiene un encanto especial para mi.
Fui con mi hijo Carlos a un apartamento desde el que teníamos unas vistas espléndidas al pico Cerler y a la sierra de Chía.


Llegamos después de un fuerte temporal de nieve que dejó los Pirineos con casi dos metros de espesor. Pero tuvimos la suerte que desde el primer día que llegamos, domingo, el tiempo mejoró drásticamente y gozamos de una semana de lujo.



Empezamos haciendo los dos esquí alpino, de esta manera no dejaba solo a Carlos en su reinicio después de dos años sin actividad y siete clavos en el codo. Todo salió fenomenal. Esquió con soltura y sin apenas molestias. Sólo cuando había que remar se acordaba de su codo, pero sin dolor.
El resto de la semana yo iniciaba el día con las focas puestas desde el Molino para llegar al pico del Gallinero. Hasta la cima, con 2728.


A las 12 quedaba con Carlos en la salida de la silla del Gallinero y el resto de la mañana lo dedicábamos al esquí alpino. La primera bajada para mi era muy dura porque tenía los cuádriceps femorales al rojo vivo. Luego el descanso en las sucesivas subidas en los remontes me devolvía a una situación normal para poder esquiar con cierta dignidad.
El último día cambié de programa y me fui por un camino antes de llegar al Ampríu hacia la cabaña de Ardonés. En el recorrido me encontré a tres aragoneses que pretendían llegar a Cerler esquiando después de subir hasta casi los 2.700m de altitud, creo que al pico Estriva Freda.


Las tardes las dedicamos a pasear por Benasque y alrededores y visitar algún bar del pueblo para no castigar siempre al cuerpo.

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La segunda sesión de esquí ha sido esta semana pasada. Elena y yo esta vez nos hemos ido a Andorra con el club de esquí de Ávila, con quienes voy todos todos los años desde hace quince.
Hemos estado alojados en el hotel Euroesquí, entre Soldeu y El Tarter. Esta vez la gran cantidad de nieve ha sido un problema. Llegamos casi a las dos de la madrugada en dos autobuses. Uno de ellos se quedó atrapado a escasos quinientos metros del hotel y a esas horas cundió el pánico durante unos minutos. ¿Tienes pala? le pregunta un conductor al otro. Sí, debajo de los equipajes. Pues yo también, respondió el primero.
En esto que aparezco yo con mi pala de travesía, que saco de mi mochila, y la gente se quedó boquiabierta. ¿Pero cómo puede ser que lleves una pala en el autobús?. Ya veis, precavido que soy.
Los cuatro días que hemos estado en Andorra han sido a bajo cero, con nevadas todas las tardes y noches, pero por la mañana se quedaba el día relativamente claro y nos permitía recorrer toda la estación (más de doscientos km de pistas).


Desde Soldeu he salido con las focas todas las mañanas. Elena iba en compañía de los amigos de Ávila. He escogido caminos variados, por pista y por fuera, lo que me ha obligado a hacer cientos de vueltas María, a veces en espesores de nieve polvo de dos o tres metros. Hubo tramos de muchos metros en los que no conseguía ver los esquíes. En definitiva, ¡una gozada!


Las bajadas las hice siempre por pista. No quería ser engullido por la nieve de los bosques.
Después de subir a la Llosada y picos adyacentes me dedicaba luego al esquí alpino con Elena y los amigos abulenses.
Han sido cuatro días de esquí redondos.


Por culpa del viento, el último día cerraron los remontes más altos. Yo con mis focas subí hasta donde el viento me permitió e hice una bajada solo, que disfruté al ciento por cien.