El 7 de agosto a las 07:15 comenzaba la subida al Veleta
desde la ciudad Granada.
Cartel anunciador e ilusiones a tope.
Comienza la carrera con una vuelta a los paseos de la Bomba
y del Salón, apenas un km y desde ahí
vamos saliendo de la ciudad por la carretera a Sierra Nevada. 10 km
después es cuando empieza la subida sin perdón.
A las 6:45 en linea de salida, madrugón de rigor.
En estos 10 primeros km apenas se supera un desnivel de
100m. Y el truco que yo utilizo es bajar el ritmo hasta tardar 5 minutos más
que el ritmo normal de entrenamiento.
Así consigo llegar a las primeras rampas enterito, de los
últimos, pero enterito. Tengo que ser plenamente consciente de que quedan 40km
de ascenso para superar un desnivel de 2700m.
Los 5 o 6 km siguientes consigo mantener la posición, apenas
sin variación. Pero, a partir del km 15
ya empiezo a ver a algún corredor andando; algún otro que se entretiene de más
en los avituallamientos y poquito, muy poquito a poco voy ganando posiciones.
Todo el tramo de 5 o 6km que se hace entre pinos me resulta
ingrato. Paisaje cerrado y calor, aparte de que el cansancio empieza a notarse
en las piernas. Este tramo desemboca, hacia los 2000m de altura, en la cuerda
que al fin y a la postre nos conduce a la Virgen de las Nieves y que a la
derecha nos permite ver todo el valle de la estación de esquí.
Los tresmiles más próximos al Veleta.
Ya se ve El Veleta, extremadamente grande, extremadamente
lejos y extremadamente desafiante.
Por esta cuerda ya voy andando a tramos y cuando la
pendiente aminora me permito aún el lujo de correr. Al final de la cuerda ya
voy por el km 37 y ya sólo ando. Pero, a partir de ahí pongo un ritmo fuerte y
adelanto incluso a algún corredor que aún insiste en correr. Lo que sucede es que casi a 2800m el oxígeno
ya no sobra y yo creo que al correr a esa altura el rendimiento baja y sólo los
cracks son capaces de mantener los 10km/h. Yo me mantengo casi a siete y desde
la Virgen de las Nieves hasta la cima adelanto alrededor de 70 puestos.
Como he ahorrado mucha energía hasta ahí, los últimos 15 km
se me hacen agradables, disfrutando del paisaje rocoso y abrumador de las cimas, viendo que responden las
piernas y adivinando que la meta está cerca.
A 100m de la meta la gente me anima a correr pero yo, con la
cabeza fría, me niego. 100m cuesta arriba a 3300m de altura son equiparables a
descargar un camión.
El año pasado así lo hice y tardé 10 minutos en recuperar la
respiración. No, este año, no.
Paro el crono particular en: 06:05:58
He cumplido lo propuesto y comienzo a recoger las bendiciones del entrenamiento y la competición.
Beber, comer y abrigarse es el protocolo que hay que cubrir
al llegar arriba. Unas fotos de rigor y me dirijo a la cola para coger el
minibús que nos ha de acercar al telesilla que a su vez nos baja a Borreguiles
y desde ahí la cabina que nos lleva a
Pradollano.
El descenso en el telesilla me hizo tiritar de frio durante
10 minutos. Más incluso que en pleno invierno esquiando. Luego, en el telecabina, mantuvimos una
conversación animada los 6 participantes que coincidimos y… hasta más ver.
Recogí el trofeo, más manejable de tamaño que el del año
pasado; el siguiente paso fue ir a por la comida. Una paella de la que tuve que
pescar los trocitos de pollo para reanimarme, porque siento decirlo pero el
arroz no se lo comía ni el pollo.
En el parking grande había dos autobuses, reservados a los
corredores y familia, que nos bajaron hasta el hotel. Un viaje de vuelta
tranquilo que nos dejó ver parte del recorrido y recordar el esfuerzo que
suponía ir subiendo por aquella carretera.
Marisol se merece también un trofeo.
¿Cómo acabó el día? Pues de la mejor manera: ducha, siesta,
paseo, cervezas y tapas.
Desde luego que fue un día “Bo Derek”.
Trofeo.