lunes, 8 de noviembre de 2010

Egipto

Lejos de casa: E G I P T O



La última semana de noviembre he realizado un viaje de norte a sur y de sur a norte por Egipto.
He sentido la tentación en varias ocasiones de ponerme el pantalón corto y las zapatillas y echar a correr por el desierto.



No ha podido ser porque unas y otras circunstancias me lo han impedido.
En primer lugar el horario espartano al que nos han obligado en las visitas guiadas ha sido incompatible con mi idea.

Nos levantaban a las 4 ó 5 de la mañana para hacer la vista de los templos con la fresca.

Cuando acabábamos las visitas emprendíamos el viaje para el siguiente templo. Así hasta acabar en el barco (motovane) que nos acercaba río arriba a la siguiente ciudad.


Hubiera querido correr por la orilla del Nilo, donde la franja verde es estrecha y apenas separa cien metros el agua del desierto.

También me gustaría correr por los desfiladeros del valle de los Reyes y alcanzar las cimas de los montes que cierran y acogen las tumbas milenarias.



Me he imaginado también corriendo por las llanuras desérticas que se extienden desde Asuán hasta la frontera del Sudán.



Por último, me hubiera entusiasmado correr entre las pirámides de Giza, rodearlas y verlas desde uno y otro ángulo.



Correr, hubiera sido como acelerar la visita. Ver más cosas en menos tiempo y comprobar las dimensiones colosales de todo lo que hay en Egipto.
De correr por El Cairo no quiero ni pensar cuál sería el resultado. No hay normas de cómo desplazarse por las calles atestadas de gente y coches las 24 horas del día. Sería un suicidio.
Por eso creo que no se organizan carreras por sus calles. No hay semáforos ni pasos de cebra e impera la ley del más fuerte o el más inconsciente.








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